Este viaje por Italia no pretende llegar lo antes
posible. El guía es Toni Padilla, que, con
un balón de acompañante, y a partir de temas
como la muerte, la música, el queso o los cromos,
se impregna de la doble alma del país.
Aquí están la Italia majestuosa y la Italia masacrada
por los prejuicios, tumbados en este
recorrido de norte a sur y de este a oeste. La
materia prima de las historias, que solo están
en el radar del autor, son los paseos por
la patria de Benito Mussolini, Rafaella Carrà
o Francesco Totti. Sus páginas son un mapa
donde se celebran los recuerdos y se saborean
los goles. Escritas con una prosa detallada y
una mirada pausada, que parecen de otra época,
ahora que nos falta tiempo para todo. Pero
el calcio no tiene prisa por bajar de este tren.
El Mundial de USA’94 fue el primero de la era moderna. O el último del fútbol antiguo, según se mire. Lo cierto es que aconteció en medio de profundos cambios estructurales. A nivel deportivo, la FIFA introdujo numerosas novedades para fomentar el espectáculo sobre el terreno de juego, mientras que en la vertiente geopolítica muchas selecciones iban a cambiar su fisonomía debido a las transformaciones que estaban experimentando algunas fronteras europeas.
Eran tiempos previos a la ley Bosman, en los que todavía no había un libre flujo de jugadores entre países, lo que todavía permitía descubrir a infinidad de jugadores de los que el gran público no había oído hablar.
Fue el Mundial que coronó a Romário y que consagró a Baggio, que hizo brillar a Stoichkov y que redimió a Hagi. Fue un torneo de mucho colorido. El más goleador de los últimos cuarenta años.
Un Mundial en la frontera entre dos épocas.